martes, 1 de mayo de 2012

El ocaso de la Revolución


              (Las elecciones presidenciales y el final del chavismo)

            Corrompido, absorbido y seducido por delirios de grandeza que le hicieron creer único, invencible e inmortal físicamente, Chávez, ahora deprimido y débil pero  insustituible para sus seguidores y su organización política, sabe que “El Socialismo del siglo XXI” se encuentra en crisis y no en un sentido de transformación, si no por el contrario se halla a corta distancia del fin como proyecto político. Chávez sabe que sin él su “revolución” sucumbirá y, precisamente esa es la gran factura que el destino le dio, todo ello por su actitud autocrática, propia de aquél que sin madurez  repentinamente llega a tener y “loco se quiere volver”.

Ramos Allup en su columna sin Censura del diario El Nuevo País del 29 de abril de 2012 claramente señala que Chávez “será el candidato en silla de ruedas… no por devoción a sus fieles sino por la pragmática razón de que es él quien mayor número de votos les garantiza.” ¿A quienes? A la facción política del PSUV, ya que él sabe que su proyecto ha llegado al ocaso y con su desaparición física el mismo quedará como una etapa de la historia nacional, ya creó un partido gobiernero, dependiente de un hombre, estructurado desde arriba y no desde abajo, sin relevo, sin una genuina identidad nacional, dependiente de las creaciones ideológicas de otras latitudes, carentes de pies y cabeza, en la Venezuela del siglo XXI.

Frágil, necio y arrogante quiere demostrar su capacidad de “arrastre popular” como “contra” ante el nacimiento del exitoso proyecto unitario impulsado desde la Mesa de la Unidad Democrática, ahora representado por el liderazgo de Henrique Capriles Chávez desea una “lucha electoral cerrada” que daría lugar a un final de fotografía único, entre una posible victoria de Henrique Capriles o una re-elección que para él ya no se trata de un asunto político, es decir, para garantizar la existencia y continuidad de la “revolución bolivariana” porque sabe que físicamente no se encuentra apto y además sabe que su alrededor no hay nadie con la actitud ni las aptitudes para asumir el liderazgo de su “institución”; Para Chávez simplemente se trata de un asunto de ego personal para tratar de demostrar que lo que él representó fue una consecuencia de la descomposición de los partidos políticos que no renovaron a tiempo sus tesis programáticas y así mismo no reconstruyeron su institucionalidad en un país que demandaba ayuda al desposeído y oportunidades para todos por igual.

            Por ahora, a la Unidad Democrática, le toca luchar por llevar el liderazgo sólido de Henrique, con su proyecto de concertación, con miras al 7 de octubre y  que ello garantice una gran victoria popular, capaz de recobrar la esperanza y de reconstruir la moral social con miras a impulsar la armonía y el desarrollo, para vivir y progresar en paz, ante la división, desigualdad y destrucción institucional que hace largo tiempo inició pero que éste gobierno exacerbó.

            Y a Chávez independientemente del resultado… sólo le queda formalizar su parte de un capítulo de la historia patria, como una circunstancia que demostró que “cuando se creyó que todo estaba hecho y concreto, nadie estaba satisfecho”. Largos debates entre historiadores, juristas y sociólogos se harán para comprender cuál fue el peso  verdadero del gobierno de Chávez sobre las instituciones, economía y tejido moral patrio.

En cuanto al PSUV prepararse para aceptar que fue un mero efecto efervescente de la política, dependiente exclusivamente de un hombre y al no haberse creado desde la base y sin identidad ideológica real nunca fue una organización política auténtica, dejando que el tiempo la disuelva hasta quedar como un simple recuerdo de unas prácticas políticas que actuaron en detrimento de la institucionalidad nacional.