En política, en todas
las corrientes del espectro político, pero sobre todo en la izquierda
“revolucionaria”, los procesos de cambio no deben depender de un solo hombre,
al contrario requieren de un despertar de la conciencia colectiva y, por tanto,
un individuo en particular no debe ser indispensable para garantizar la
continuidad de un proceso revolucionario genuino.
Hace un par de años tuve la oportunidad de conversar con
algunos dirigentes estudiantiles y académicos seguidores de Chávez, quienes
señalaban que él como conductor de “La Revolución Bolivariana” era simplemente
una herramienta que garantizaba en ese punto de inflexión (transición del
modelo republicano puntofijista, al “nuevo” paradigma político venezolano) la continuidad
en el poder, pero que en caso de que éste por alguna u otra circunstancia no
siguiera en el poder, “la fortaleza de las instituciones” creadas en este nuevo
“periodo histórico” y la conciencia de
sus seguidores daría posibilidad a la continuidad y crecimiento de ese
movimiento político.
Hoy veo a esos mismos dirigentes y académicos, inmersos
en una profunda cólera (temor a perder el poder), pero además, hundidos en una
profunda contradicción del discurso y el accionar político ¿Por qué? Porque aun
señalando su manifiesta filiación a una
concepción “transformadora de la sociedad”, consideran la imagen del difunto
Presidente como un “liderazgo insustituible” además, consideran que la línea
“disciplinada” contraria a su irreverencia natural, garantiza la continuidad de
ellos en el poder; ésta se basa en la candidatura de un “ungido” por el difunto
Presidente, “ungido” que además manifiesta en público conductas profundamente
contrarias a los postulados de la izquierda, a pesar de identificarse con ésta.
Ahora
bien, les pregunto ¿Hay conciencia popular activa que garantiza la continuidad
de la Revolución Bolivariana? No lo creo, nunca hubo “Revolución” sino chavismo…¿Están
amalgamados ahora a una candidatura contradictoria ideológicamente sólo por mantenerse
en el poder? Creo que sí. Ellos saben de la carencia ideológica que padecen, y
por eso el exacerbado culto a la personalidad es su único medio para mantener
el poder, porque el difunto Chávez generó una fuerte conexión con el colectivo,
pero nunca contribuyó a fortalecer instituciones, al contrario las acabó, y por
ello se ven obligados a respetar su “testamento” de lo contrario pierden
legitimidad popular, porque su labor ideológica fue insipiente ¿Por qué adoptar
conductas profundamente conservadoras contrarias a la irreverencia
revolucionaria? Porque esos dirigentes y académicos antes “revolucionarios”
demostraron que el poder no los corrompió sino los desenmascaró.
Donde
hay hombres comprometidos con las instituciones, su huella queda, pero las
instituciones que se conciben son las que deben manejar los procesos sociales
de cambio y construcción de nuevas realidades. Donde el hombre se considera
insustituible, su deceso causa crisis y la transición es muy difícil; Las
posturas conservadoras se hacen necesarias, con tal de mantener el poder, donde
nunca hubo convicción ni verdadera revolución.
De acuerdo, no hay instituciones capaces de dar seguimiento a la efervescencia de un movimiento electoral mutado a maquinaria de conservar el poder del Líder; pero eso no obsta para que haya que luchar bastante y trabajar muy duro apuntalando las instituciones arruinadas y creando nuevas que puedan enfrentar las situaciones que desde ya se dibujan. Nuestras maltrechas Fuerzas Armadas sería una de las instituciones a considerar.
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