En la Venezuela de hoy, en el
mundo de hoy, las dificultades que atraviesan familias muchas veces son
imposibles de superar, en virtud de los avatares del destino y la innumerable
cantidad de obstáculos que impiden el establecimiento de mejores condiciones
para transformar la propia realidad y el entorno donde se habita; frente a
estas circunstancias, la naturaleza misma del Mercado, intentando recomponerse
para garantizar a todos acceso a bienes y servicios, asoma la posibilidad
coyuntural de posible impacto estructural de tener una participación activa en el
mismo. De la nombrada posibilidad nace el término “Economía Colaborativa” que
proviene de la expresión inglesa “Sharing Economy”, elemento con el que de
alguna u otra manera hemos estado vinculados todas nuestras vidas.
La economía no es más que la
garantía de acceso a bienes y servicios con el fin último de generar bienestar
social, la economía colaborativa es la traducción de una acción dinámica que
beneficia a los pequeños y medianos sectores de empoderamiento económico en una
sociedad.
Según Alegre ‘’podríamos
traducirlo literalmente: “Compartiendo economía”, si definimos Economía como
<>. Es indudable que la desigualdad
de las sociedades occidentales, ha contribuido al desarrollo de la economía
colaborativa, como medio también de defensa y supervivencia.’’[1]
Sobre todo, en nuestra sociedad hoy abatida por las nefastas políticas del
socialismo del siglo XXI.
La economía colaborativa es la
promoción de iniciativas basadas en el uso de las tecnologías de la información
y comunicación (TICS), que permiten la creación de diversos medios donde se
pueden realizar interacciones entre individuos de forma masiva ¿En qué sentido?
Por ejemplo, el establecimiento de redes sociales, donde Ud. Por ejemplo puede
ofrecer el establecimiento de su hogar como posada, para una temporada
turística específica, ofreciendo servicios a la hospitalidad o la simple
estadía, esto se encuentra en auge como alternativa, para la juventud
emprendedora o las familias que necesitan ingresos extras a través de portales
como “Air BnB” “Coach Surfing”, entre otros, promoviéndose un nuevo paradigma
de hacer el turismo en donde la interacción la cultura y realidades de las
localidades es más estrecha, accesible y humana, en contraposición al
anonimato, alto costo y deshumanización que las grandes cadenas hoteleras
promueven, que ciertamente han sido y continúan siendo una gran alternativa
para quienes deciden hacer turismo. Sin embargo, desde este nuevo enfoque, el
ciudadano se empodera y expande con las herramientas que tiene a la mano,
obligado y además motivado a ofrecer servicios de calidad, aprender nuevas
culturas e integrarse a una sociedad globalizada que cada vez cierra más las
brechas entre los países.
En el mismo orden de ideas, pero
en otros rubros se brinda la posibilidad al beneficiario de estadía en una “X”
localidad a través de redes como “Sin Rutina” realizar actividades por bajo
costo que le sumergen en la destinación que visita, como, por ejemplo:
servicios de SPA, asistencia a gimnasios locales, conocimiento de teatros y
cultura “Underground” que sirven de complemento a la voluntad de conocimiento
de los principales destinos que su ciudad ofrece.
En una próxima entrega se
describirán los 4 ejes transversales que constituyen la política participativa
de esta alternativa ante la crisis: El conocimiento abierto, el consumo
colaborativo en detalle, las finanzas compartidas y la producción colaborativa.
@diegorimer
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